Los Pequenos Hombres Libres by Terry Pratchett

Los Pequenos Hombres Libres by Terry Pratchett

autor:Terry Pratchett [Pratchett, Terry]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: spanish, fantasía
ISBN: 9788496947597
editor: EDICIONES EL TORO MITICO S.L.
publicado: 2008-08-17T16:00:00+00:00


Capítulo ocho

La tierra del invierno

–Sip, tiene Prrrimerrra Vista, sin duda –dijo la voz de William detrás de Tiffany, mientras ella contemplaba el mundo de la reina–. Está viendo lo que está ahí en realidad...

La nieve lo cubría todo, bajo un cielo de un color blanco tan sucio que a la niña le dio la impresión de estar dentro de una pelota de ping–pong. Sólo los troncos negros y las ramas garabateadas de los árboles salpicadas por doquier le decían dónde acababa la tierra y empezaba el cielo...

... Además de las huellas de cascos, claro. Se dirigían a un bosque de árboles negros con ramas de nieve.

El frío era como agujas que le pinchaban la piel.

Bajó la mirada y vio que los Nac Mac Feegle entraban en tromba por el umbral, hundidos en la nieve hasta la cintura. Se desplegaron sin hablar, algunos blandían sus espadas.

Ya no se reían, ni bromeaban; estaban alerta.

–Bien –dijo Rob Cualquiera–. Buen trrrabajo. Espérrranos aquí y te trrraerrremos a tu herrrmanito chico, no prrroblemo...

–¡Yo también voy!

–Nah, la kelda no...

–¡Ésta sip! –exclamó Tiffany, estremeciéndose–. Digo, ¡sí! Es mi hermano. Y ¿dónde estamos?

–Ya'stás aquí, así que supongo que no pasa nada si lo digo –respondió Rob, mirando el pálido cielo. No se veía el sol por ninguna parte–. A'sto lo llamamos el País de las Hadas.

–¿El País de las Hadas? ¡No, no puede ser! ¡He visto dibujos! El País de las Hadas es... está lleno de árboles, flores, sol y... ¡y cosas que tintinean! ¡Bebés regordetes con peleles y trompetas! ¡Gente con alas! Eeeh... ¡y gente rara! ¡He visto dibujos!

–No siemprrre's así, y no puedes venirrrte porrrque no tienes arrrma, señorrra.

–¿Qué ha pasado con mi sartén?

Algo se tropezó con sus tobillos, se volvió y vio que Jock No Tan Grande Como Jock Mediano Pero Más Grande Que Jock Chico sostenía la sartén con aire triunfal.

–Vale, tienes la sarrrtén –concedió Rob Cualquiera–, perrro aquí necesitas una'spada de hierro forrrjada a parrrtirrr de un trrrueno. Es como, ya sepes, el arrrma oficial parrra invadirrr el País de las Hadas...

–Sé usar la sartén, y soy...

–¡Qué vienen! –chilló Wullie Chiflado.

Tiffany vio una fila de puntos negros a lo lejos, y notó que alguien se le subía a la espalda y se le colocaba en la cabeza.

–Son los perros negrrros –anunció Jock No Tan Grande Como Jock Mediano Pero Más Grande Que Jock Chico–. Docenas, grrran hombrrre.

–¡No podemos correr más deprisa que ellos! –gritó la niña, agarrando la sartén.

–No'ce falta –contestó Rob–. Esta vez tenemos al gonnagle. Aunque quizá quierrras meterrrte los dedos enlas orrrejas.

William clavó la mirada en la jauría que se acercaba y empezó a desenroscar algunos de los tubos de la gaita de ratón y a meterlos en la bolsa que llevaba al hombro.

Los perros estaban mucho más cerca, Tiffany veía los dientes de cuchillas y los ojos ardientes.

Poco a poco, William sacó unos tubos más cortos, de aspecto plateado, y los enroscó en su sitio. Tenía la expresión de alguien que no pensaba ciarse prisa.

La niña agarró el mango de la sartén.



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